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Frente a frente con el Señor Pelotero Luis Giraldo Casanova



Por:Nelson de la Rosa Rodríguez.

Luis Giraldo Casanova era para mí la estrella más brillante del béisbol cubano en los años ochenta. Ningún sobrenombre creí mejor puesto entonces: El Señor Pelotero, así lo bautizó Bobby Salamanca. El número 14 de los Vegueros y del equipo Cuba tenía la manera más perfecta que vi de pararse en el cajón de bateo y uno de los brazos “prohibidos” entre los jardineros de la época.
De niño lo admiré y hasta quería parecerme a él. Ya adulto aspiraba a entrevistarlo y tener cerca a quien más de un especialista comparó con el boricua Roberto Clemente, miembro del Hall de la Fama en el béisbol de Grandes Ligas.
Y se dio la oportunidad. Estábamos en Güines, yo para transmitir por radio la Copa Antonio (Ñico) Jiménez in memoriam y él como miembro del cuerpo de dirección de Pinar del Río. “Profe –le dije, soy fulano de tal y quisiera saber si en algún momento, antes que termine la Copa, usted me concede un tiempo para entrevistarlo”. Sin pensarlo mucho, como si le hiciera swing a una recta con poca velocidad contestó: “No hay problemas, niño, pero tiene que ser ahora mismo porque después del juego salgo para Pinar del Río y no regreso hasta la próxima.
No me dio tiempo de hurgar en los archivos, ni de armar un cuestionario como hubiera querido. El hombre estaba ahí, delante de mí. El momento era ahora y no lo iba a perder.
¿Siempre practicaste el béisbol?
“Primero jugué baloncesto, pero ya con trece años estaba en la pelota y me fue bien, al punto de que en menos de cinco años ya estaba en el equipo Cuba que participó en el Mundial Juvenil de Venezuela en 1974. Allí jugué como receptor y promedié 364 (11-4). De ahí fui directo a la Serie Nacional, pero no pude participar porque me llamaron al Servicio Militar. Ya en la Serie 1976-1977, con Vegueros, discutí el título de Novato del Año. Al final lo ganó Lourdes Gourriel, porque, aunque conecté más jonrones, tuve más impulsadas, más extrabases y mejores números a la defensa, se decidieron por el average y el de él era más alto”.
¿Y cuándo llegas al equipo Cuba grande?
“Después de mi segunda Serie Nacional, en un tope contra los profesionales de México y Venezuela. Allí no tuve mucha participación porque estaba Bárbaro Garbey, pero ya al próximo año, desde los Centroamericanos de Medellín, me convertí en el regular a partir de que entré de emergente por Antonio Muñoz y di jonrón”.
¿Para ese entonces ya usabas el número 14?
“El 14 me lo dieron en el equipo Cuba. Anteriormente ese número lo llevó Eulogio Osorio, pero él ya no estaba. Yo comencé con el 4 y debuté en la Serie Nacional con el 15 y en la segunda Serie tuve el 38, pero como el 14 me lo dieron en el Cuba me quedé con él para siempre”.
Fuiste receptor en el equipo Cuba juvenil. Sin embargo, aunque jugaste varias posiciones, tu mayor protago-nismo llegó en el jardín derecho.
“En la Serie Nacional jugué todas las posiciones menos pitcher, pero, incluso, lancé en una provincial de la capital, cuando jugué con Marianao. En el right field me puso José Miguel Pineda”.
¿Es cierto que es la posición más difícil en los jardines?
“Creo que sí, por diversas razones. En primer lugar, cuando tienes que tirar a tercera base, ese es el tiro más largo que se hace en el terreno, y tienes que saber tirar a segunda y a tercera porque no es igual. Por ejemplo, si la conexión es pegada a la raya, tienes que hacer un giro para el tiro a segunda, de lo contrario la bola le hace un efecto al fildeador y le resulta muy difícil. Además, cuando los juegos son por la tarde, el sol te castiga mucho. Sin embargo, yo me sentía tan cómodo, perfeccioné tanto el trabajo que creo que hasta podría jugar esa posición con los ojos cerrados, pero no dejo de reconocer que es incómoda”.
Seis Campeonatos Mundiales, seis Copas Intercontinentales, dos Juegos Panamericanos y dos Juegos Centroamericanos hablan de tu presencia en el equipo Cuba. De manera individual, ¿con qué certamen te quedas?
“Cada uno es importante y distinto. Si me preguntas por el mayor regocijo individual, te hablo de la Triple Corona de Bateo en la Copa Intercontinental de Edmonton en 1981. En esa Copa estaba muy bien preparado y desde el primer día hasta el último salí a full. Todo me salió bien. Mi actuación fue maravillosa y gané la triple corona de bateo, pero no pudimos disfrutar eso porque el equipo perdió en la final frente a Estados Unidos”.
Un año después, se perdió también en los Centroamericanos de La Habana.
“En los Centroamericanos del 82 el equipo no estuvo muy bien porque había un grupo de Pinar del Río que Servio (Borges) quitó, incluyéndome a mí, a Urquiola y a los lanzadores Rogelio García, Julio Romero y Juan Carlos Oliva. Por eso no se ganó, ya después rectificaron y tuvimos un buen Mundial en el 84”.
Hace un rato mencionaste a Pineda y los ojos se te humedecieron.
“Tengo mucho que agradecer a Pineda. A todos nos daba mucha confianza, incluso los meeting con él eran diferentes. Me acuerdo que reunía a la gente y nos decía: ‘Niños, ¿qué les parece el juego de hoy, cómo puede ser?’. Y nosotros empezábamos a decir esto o aquello, cada uno desde su punto de vista. Al final decía: ‘al carajo, ustedes son los artistas, salgan al terreno y hagan lo que saben hacer’”.
¿Alguna anécdota especial con él?
“Mira, bajo la dirección de Pineda, estuve a punto de dejar el béisbol y por él no lo hice. Estábamos en Pinar del Río, en un juego frente a Camagüey. Yo estaba jugando en el center field y había un corredor en segunda, dan hit al centro y cuando voy a tirar a home se me cayó la pelota y perdimos el juego 2×1. El estadio entero empezó a chiflarme y a ofenderme. Ahí le dije a Pineda que no jugaba más y me fui para mi casa.
”Al otro día no fui al entrenamiento y antes de empezar el juego él fue a mi casa con Juan Castro para convencerme de que fuera al estadio y jugara. Me dijo: ‘Tú tienes que ir al juego porque te vengo a buscar’. Le respondí, ‘bueno, únicamente así voy, porque te considero mi padre’. Me pidió que me pusiera el traje de pelotero en la casa. En el estadio me puso a jugar y en el primer turno di jonrón. Cuando llegué al banco me dijo: ‘Ahora vete para tu casa y hasta que el equipo no se vaya de Pinar del Río no vengas al estadio para que la afición aprenda a respetar a los peloteros’. Pineda era tremendo. También aprendí mucho con Jorge Fuentes. En mi época de pelotero yo acostumbraba a escucharlos y eso siempre me ayudó mucho”.
¿Consideras que se fue injusto contigo?
“Sí, bastante. Lo que pasa es que a veces uno no puede decir la verdad porque cae mal, pero sí, se fue muy injusto”.
¿Te fuiste antes de tiempo del equipo Cuba?
“Fíjate si es así que yo tenía treinta y tres años y estaba en plenitud de forma. El detonante fueron los Juegos Panamericanos del 91 en La Habana. Nosotros estábamos en el entrenamiento y el equipo B iba para España a jugar la Copa Intercontinental. Entonces, como había que ganar esa competencia, decidieron reforzar el grupo con cinco peloteros del A y ahí estaba yo junto al receptor José Raúl Delgado, el jugador de cuadro Juan Padilla y los lanzadores Omar Ajete y Leonardo Tamayo. Fuimos a entrenar a México y después viajamos a Barcelona. En esa lid fui líder en jonrones y carreras impulsadas. De España el equipo seguía para Italia, pero a nosotros nos mandaron a buscar, porque se estaba perdiendo el tope frente a Estados Unidos y venía la Copa José Antonio Huelga, donde bateé un mundo. Sin embargo, me mandaron para Pinar del Río y no estuve en los Panamericanos de La Habana. Por eso decidí no jugar más.
”No obstante, en Pinar del Río hablaron conmigo y jugué la siguiente Serie Nacional en la que promedié 350. Entonces hicieron una preselección de 100 peloteros divididos en 4 equipos y yo no estaba. Ahí sí dije: ‘ahora sí que no juego más’. Fue tan evidente la injusticia que hasta los dirigentes de la provincia lo entendieron”.
¿Hay diferencias entre la época que te tocó jugar y la actual?
“La diferencia es bien grande porque en aquella etapa se jugaba con mucho amor. A los muchachos de ahora les explicas y explicas, ellos te oyen, pero al final no se concentran en el juego de pelota porque no lo interiorizan, eso es lo que les pasa a casi todos. Lo otro es lo material; ahora tienen de todo y yo lo he vivido porque he estado como entrenador en varios equipos. En la etapa nuestra no existía nada de lo que hay hoy, no había hotel ni guagua con aire acondicionado. Nosotros dormíamos en albergues y literas de a tres, pero la gente jugaba con tremenda conciencia”.
¿Te hubiera gustado vivir esta época de contrataciones?
“Claro que sí. Eso es muy bueno, le da vida al jugador y cuando llega a la Serie Nacional ya viene con otras características, con otra mentalidad y sus resultados mejoran”.
Así es Luis Giraldo Casanova Castillo, quien en una tierra de grandes luminarias en la pelota es considerado El Señor Pelotero por sus cualidades excepcionales: brazo certero, exquisita técnica en el home, bateador de todos los ángulos del terreno y humano como pocos. Por modestia no me habló de las veces que ayudó a sus compañeros con el dinero que le daban para los viajes, como a aquel que acogió como un hijo en el equipo y le ayudó a comprar una grabadora en su primera salida con el Cuba o al otro que se lo dio para que organizara la boda.
Cubano al fin, más de una vez se tomó una copa de más, pero nunca fue ajeno a la responsabilidad que encaraba, cuando se ponía el traje de pelotero. Le pregunto al final qué hubiera sido de él si jugara en la época actual.
[Sonríe] “En esta época con hoteles, mejor alimentación y ómnibus climatizados… bueno, a lo mejor hubiera rendido un poco más y hubiera durado un poco más en la pelota”. 


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